
El hielo ártico ha disminuido un 2,7% por década desde 1978, y en 2007 se registró el mínimo absoluto. En Groenlandia la pérdida de capa helada es notable, y en la Antártida, que se consideraba un territorio demasiado frío para que sus hielos perdieran estabilidad por el calentamiento del planeta, se están acumulando demasiados datos que apuntan a lo contrario.
Sobre todo en los márgenes del continente blanco, las capas heladas se están adelgazando. La relación entre hielos y cambio climático es clave y los científicos necesitan tener datos precisos sobre estos procesos y, aunque varios satélites ya proporcionan información muy útil, es muy importante tener datos precisos y globales sobre el grosor de los hielos. El Cryosat-2 lleva unos instrumentos especiales apra medir las variaciones en los márgenes de las extensas capas de hielo que cubren la Antártida y Groenlandia, así como los hielos flotantes de los océanos polares.
El satélite lleva tres instrumentos científicos a bordo, pero es esencial un avanzado altímetro radar interferométrico (Siral), construido por Thales Alenia Space, que irá emitiendo pulsos a medida que el satélite sobrevuele la superficie terrestre, de manera que con sus ecos se pueda averiguar la elevación del hielo sobre tierra o en el agua.
Una vuelta al planeta cada 100 minutos
El Cryosat-2 es una plataforma espacial de 720 kilos en el lanzamiento. Será colocado en órbita polar de la Tierra a 717 kilómetros de altura, completando una vuelta completa al planeta cada 100 minutos. Está diseñado para funcionar tres años (incluidos los seis meses de la fase de puesta a punto y calibración), con una posible extensión de dos años más. El satélite ha sido construido por Eads Astrium como contratista principal.
El satélite que ahora está a punto de partir al espacio es el segundo que construye la ESA, tras perder el Cryosat-1 en el lanzamiento, en 2005, desde la base rusa de Plesetsk. En aquella ocasión el cohete fue un Rockot, también un misil (SS-19 ICBM) adaptado a la colocación en órbita de artefactos espaciales, y el fallo se debió a que no se separó la segunda etapa del cohete. Dada la importancia de los objetivos científicos de la misión se decidió volver a construir la plataforma.
El Dnepr que se utilizará en esta ocasión es un misil balístico intercontinental SS-18 en el que se ha adaptado la tercera etapa para la colocación en órbita de cargas. Es un cohete de 211 toneladas que mide 34 metros de altura y tres de diámetro. Parte de un silo subterráneo y, una vez que ha emergido del mismo, enciende su motor principal a unos 30 metros de altura.
Fuente: EL PAÍS - Madrid - 04/04/2010